…Aclaro que este articulo se lo robe a KELLY MARTINEZ y lo publique porque me gusto mucho…
Nací en Guanabacoa
Mi problema, señores, es muy fácil: no superé el cambio de siglo.
Vengo de un país en donde nunca jugamos Mario Bross (ni lo conocíamos), donde veíamos muñequitos rusos, donde todos se reunían en la única casa que tenía Betamax (la mía era una de ellas, por cierto) a ver las tres películas que se conseguían: Pelea en el barrio chino,Moon walker y El vuelo de los dragones.
Vi un atari una sola vez en mi vida. Lo tenía Mónica, mi compañerita de séptimo grado. Se lo trajeron de Italia.
Nunca comí hamburguesas. Tuve una sola Barbie (me la compró mi papá en un viaje a Venezuela) y un solo Ken (me lo compró un amigo de mi papá en el Corty). Nosotros no nos dimos por enterados del nacimiento de los Simpsons, ni de los vídeo juegos. Y la verdad es que poco nos importaba algo que ni siquiera conocíamos. Así como estábamos éramos felices.
Cuando alguien llegaba con accesorios extranjeros la pregunta de rigor era -¿Eso te lo trajeron de afuera?-. Nosotros estábamos adentro. El mundo nos resultaba un paisaje más allá del cerco del mar, lejano e inaccesible, criaturas de isla.
Veíamos los nuevos vídeos musicales en Colorama. Black or white, de Michael Jackson, fue lo más cercano a la modernidad en la Habana de los noventa. Tener un casette del cantante de moda significaba ser el dueño de cualquier fiestecita adolescente. Nuestros televisores eran rusos, en blanco y negro (los de color llegaron en los noventa, yo tenía uno, niña bien). También nuestras neveras, secadoras y lavadoras eran rusas. Quien ha visto los tanques de guerra soviéticos puede perfectamente imaginar cómo eran el resto de los artefactos construidos entre tundras, taigás, estepas siberianas y príncipes Ivanes.
¿Una Playboy? Un lujo. Los muchachitos habaneros tenían que conformarse con la imaginación y, los cubanos en general, conformarnos con el cuerpo a cuerpo, con la piel a piel, con el tú a tú… o más bien el tú con yo. Lo mismo que aplicaba para la pornografía aplicaba para jabones olorosos, cremas corporales y libretas con hojas blancas de verdad. Sí, los cubanos somos seres muy imaginativos.
En la televisión daban películas americanas. Cómo no. Y sabíamos bien quienes eran Jean Claude Van Damme y Julia Roberts. Pero también –y gracias a Dios- daban De la gran escena, Toma I e Historia del Cine (o algo con un nombre similar). Así que, para nosotros, daba lo mismo el cohete en el ojo de la luna de Meliere que la última aventura de Terminator. Cubanos a-sincrónicos, a-temporales, destajados.
Compotas de manzana rusas (no tenían nombre. Sí lo tenían, en ruso. ¿Pero quién se aprende eso? Su nombre era “compota de manzana rusa”), una sola marca. Queso crema Nella, una sola marca. Toallas femeninas Íntima, una sola marca. Sandalias Kiko Plastic (no se llamaban así pero así les decíamos) una sola marca. Jabón Nácar, pasta de dientes Perla, coloniaFiesta, cigarros Popular. Detergente sin marca, refrescos sin marca. Cubanos sin marca o con marcas únicas. Muy malas todas.
¿Nos hacía eso infelices? A veces sí, a veces no. Afuera había un mundo lleno de posibilidades, de elecciones (o al menos eso creíamos). Nosotros no estamos programados para elegir. Somos una sola marca o no tenemos marca alguna. Sin embargo, vivíamos nuestras vidas como las vive todo el mundo: amando, riendo, llorando, mentándole la madre al universo, agradeciendo, trabajando, estudiando…con pequeñas y grandes aventuras.
Debe ser por eso que me llevo mal con las computadoras, que mi blog en internet es casi monocromo, que no tengo la menor idea de qué significan “url “, “rss”o “software”. Los uso porque no me queda más remedio, pero no son parte de mí. Terrible para alguien que habita la época del video arte. Debe ser por eso también que me cuesta tanto entender cosas como las web cam, el cyber sex, lo interactivo, lo vertiginoso, lo virtual, lo efímero.
Lo virtual. Lo mío con la vida, muy en el fondo, sigue siendo piel con piel, un tú con yo, un arroz con mango. Construirme personajes que me representen se me vuelve realmente ajeno. Re-presentar. La época del re-presentar. Nadie mira a los ojos de. Tras la pantalla siempre es más fácil. Se elige, pero nunca se elige bien.
Fuimos un país que se divertía con nada. En la fiesta inolvidable de mi adolescencia había helados. Sí, helados. Esa cosa cremosa que se hace con leche, sabe rico y venden en todas partes. Tremenda fiesta, Taylen ¡Coñó! ¡ La verdad es que botaste la casa por la ventana! Menos mal que tu mamá trabajaba en Coppelia, en la parte de los extranjeros (claro). Nada de bailar toda la noche a punta de agua.
Yo fui, valga la pena acotar, del comité encargado de buscar los helados, entregados “bajo cuerda”, claro está. De Coppelia a San Rafael varias cuadras bajo un sol raja-piedras y aquello derritiéndose y empegostándonos las manos, ansiosas porque llegara la noche y poder comer una cucharadita de tan exquisito, de tan casi mítico manjar.
Los frozen no contaban, los que nos comíamos en Infanta tras largas horas de cola. Esos eran aguachentos, no tenían leche. Vaya, eran indignos de llamarse helados.
¿Papitas de sobre? No, yo no conocí eso. ¿Jugar Streetfighter? Ni nos dimos por enterados? ¿Computadoras? ¿Computadoras? No me hagas reír. ¿Teléfonos inalámbricos? ¿Teléfonos? Uno para todo el edificio. La buena vecina dueña del artefacto sabía más de nuestras vidas que el CDR. Ya les dije: Black or white cambió la vida de La Habana, con aquellas caras que, de repente, se transformaban en otra y así y así y Michael cantándole al no racismo. Y días y días hablando de aquello en la cuadra, e la escuela, en el parque… ¿Qué te puedo decir?
Sí, tal vez por eso se me hace extraño todo lo “cool” y todo lo “fresh” y todo lo “nuevo” y a la mierda con las tradiciones porque el mundo avanza y todo avanza y tú te quedaste en otra parte porque no entiendes. Y no conoces el programa tal y ultra wao la fotografía digital y ultra wao la liberación sexual y la pornografía por internet y ultra wao el celular que te hace desayuno y ultra wao los djs y los vjs y las rumbitas y la pepa que te hace ver todo verde y la que te hace ver todo morado y la que revive al cadáver de Carroll y te lo disfraza de Alicia y ultra wao el arte post post conceptual y la página de Menganito y el Space y las nuevas tendencias del discurso. Todo muy ultra wao. Ahora sí nos llegó la modernidad ¡Oh sí! ¡Ahora sí saldremos del barranco donde siglos de historia y ultra waos nos han metido! ¡Oh Yes, Lord! ¡Oh Yes! (Coro gospel de fondo).
¿Nos ha hecho eso más felices?
Sí, perdonen mi ignorancia. Perdonen que absolutamente nada de eso me parezca relevante en eso del tú a yo con la vida que, por cierto, se nos va a acabar mañana. Perdonen que no sea ultra wao. No critico a quienes sí son. Así es el mundo, pero yo no logro hacer nada de eso mío. Soy anacrónica, atrasada. No porque no quiera, tengo un impedimento nacional. La que está mal soy yo, lo sé. Y, la verdad, está dejando de importarme.
Pero no digas eso. Si dices que estás impedida es porque lo estás. Adáptate. ¿Cómo no vas a adaptarte? ¿Te has leído este librito? Te va a ayudar mucho. Sí, sí, sí. Bien. La cosa no es tan sencilla.
Es que yo, señores, tengo un grave problema: nací en Guanabacoa. No logro adaptarme a la rapidez del Yo virtual, al dinamismo con que todo sucede, al mundo de los mass media que todo lo mezcla y lo confunde. No logro adaptarme al siglo XXI.